© Alejandro Méndez

En otra vida, en otro lugar

El cuadro de situación era el siguiente: gripe con un poco de fiebre; y la orden del médico, terminante: “tres días de reposo absoluto”. Ante este panorama me llevé la laptop a la cama, y me dediqué a leer los diarios, chusmear mis blogs preferidos, y andar a la deriva por internet.

En pocos minutos estaba viajando sin salir de mi casa. Recordaba momentos de mi infancia, cuando me acostaba con el atlas en la mano, señalando países lejanos, recorriendo con la vista puntitos que eran ciudades con nombres exóticos, mares pequeños y azules, montañas con alturas escalofriantes, como “la montaña asesina” o Nanga Parbat de 8.125 mts.

Acudió a mi memoria aquella noche que víctima de mi sonambulismo escalé la biblioteca, y amanecí sepultado por la colección completa Robin Hood, mientras mi mano había quedado como un señalador, en la página 38 del atlas, marcando involuntariamente la isla de Krakatoa. O aquella otra noche en la que mi madre y mi hermano intentaron detener mi huida cinematográfica y pesadillesca, pero sólo lograron quedarse con la manga del pijama; y yo semi-desnudo recitaba la carta del elefante abandonado Dailan Kifki de María Elena Walsh.

En el maravilloso random que implica navegar por internet, aderezado con el clima de irrealidad que me aportaban los 38º de fiebre, me encontré leyendo la increíble noticia del motociclista checo Matej Kus. Se golpeó la cabeza tras un accidente en una carrera en Australia, y quedó inconsciente durante 45 minutos, al despertar en la ambulancia hablaba fluidamente en inglés con los médicos. ¿Dónde está la noticia? Matej sólo hablaba en checo. No hablaba inglés, salvo algunas palabras aisladas y muy básicas. Peter Waite, el promotor del equipo de Kus, los Berwick Bandits, hizo las siguientes declaraciones: “No podía creer lo que oía. Hablaba con un claro acento inglés, nada de dialectos. Lo que sea que pasó durante el accidente debe de haber reordenado algo en su cabeza. Antes del accidente el inglés de Matej era casi nulo para decirlo claramente. Y de repente, estábamos allí en la puerta de la ambulancia oyendo a Matej hablar al personal sanitario en un perfecto inglés. “

El fenómeno es conocido como xenoglosia. Algunos lo señalan como una evidencia de la reencarnación, esto es la existencia de vidas pasadas; otros hablan de telepatía entre dos personas distantes, o casos de trastornos disociativos como en la personalidad múltiple. Otros simplemente rechazan estas ideas y las ven como meras charlatanerías.

Quizá Matej en otra vida había sido un diplomático inglés, o tal vez cuando era chico su madre lo dejaba en la cuna con la televisión encendida en la BBC, y ahora el tremendo golpe había organizado y sistematizado todas esas horas en las que había estado expuesto al idioma de Shakespeare.

Fantaseando con todas estas opciones, y soñando con un golpe que milagrosamente me hiciera hablar en inglés; cosa que ni ICANA había logrado; la alarma de mi celular me sacó –por un rato- de estas elucubraciones. Tenía que tomar el antibiótico, así que por un momento dejé a Matej y su xenoglosia, e ingerí la pastillita roja.

Acto seguido, fui a controlar mi correo electrónico. Entre la parva de invitaciones a funciones de obras de teatro under, notificaciones de una misteriosa persona con nombre musulmán para que lo ayude a transferir 850.000 libras esterlinas, publicidades sobre elongaciones peneanas y otras delicias del spam cibernético; apareció un correo de la agrupación Putos Peronistas de La Matanza donde se presentaban con una contundente y marketinera frase: “El puto es peronista y el gay es gorila”. Decían que representaban al puto pobre, al homosexual de barrio (empleados de call center, peluqueros, costureros, porteros) que no puede acceder a condiciones de vida dignas, salud, educación y trabajo. Reivindicaban a Paco Jamandreu, el modisto de Eva y a Néstor Perlongher, que transformó en poesía neobarroca cierta mística peronista de los ’70.

Después de este shock de política y género, volví a Internet; mientras escuchaba el chirrido agudísimo de la pava que indicaba, una vez más, que se me había pasado el agua para el mate.

Cuando “googlée” la palabra globos (estaba organizando el cumpleaños de mi sobrina), apareció la noticia referida a un excéntrico chino que inflaba globos con sus oídos y escupía leche por los ojos a enormes distancias. Zhang Yinming era capaz de beber leche por la nariz y escupir luego por los ojos a una distancia de hasta dos metros; como así también podía apagar hasta 20 velas con la brisa que emanaba de su aparato auditivo. La foto del chino y sus proezas era digna de la galería del horror, y casi me cura súbitamente de la gripe.

Ya había tenido suficiente paseo virtual. Apagué la laptop, y me entregué a una reparadora siesta, para entrar -paradójicamente- en otro universo: el del sueño y sus mundos paralelos. Sin moverme de mi casa recorrí otras vidas y otros lugares; teniendo como guía a mi fabuladora mente y como instigadora a mi gatuna curiosidad.


Publicada en Bag Magazine
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